La huella de carbono se mide en toneladas de CO2 equivalente (CO2e) y depende de muchos factores, como: el tipo de energía que usamos, los medios de transporte que elegimos, los productos que compramos y los residuos que producimos. También la jardinería contribuye a la huella de carbono, tanto por el uso de agua, fertilizantes, pesticidas y herramientas como por la gestión de los residuos vegetales. Por suerte, existen buenas prácticas que podemos adoptar para reducir la huella de carbono de nuestra jardinería. Veamos algunas:

Las plantas autóctonas son las que crecen de forma natural en nuestra zona y que por lo tanto son adecuadas para las condiciones climáticas y el suelo. Estas plantas necesitan menos agua, menos fertilizantes y menos cuidados que las plantas exóticas o invasivas, que pueden convertirse en dañinas para el ecosistema local. Además, si se eligen plantas autóctonas se reduce la huella de carbono ya que evitamos importar plantas de países lejanos, con las consiguientes emisiones debidas al transporte.

Las mangueras de jardín son instrumentos indispensables para la jardinería, pero también pueden ser fuente de pérdidas y contaminación si se rompen o se dañan fácilmente. Para evitar tener que sustituirlas a menudo, podemos elegir mangueras de jardín de calidad, resistentes y que se puedan reparar. Reparar con facilidad las mangueras de jardín hace que los productos sean más duraderos a lo largo del tiempo. En consecuencia, reducimos la huella de carbono ya que evitamos producir nuevos residuos plásticos y porque usamos menos materias primas y energía para la fabricación de las mangueras. Nuestras FITT Force, FITT Ikon y FITT Yoyo se pueden reparar con facilidad. Pueden cortarse en el punto dañado y volver a montarse con el kit reparador específico.